lunes, 30 de marzo de 2009

SIN ESPERARTE PERO EN TI PENSANDO….

Esta noche no te esperaba
Caí en un sueño profundo
Que aunque al principio pareció inmundo
Pronto entendí de qué se trataba

Soñé que veía miles de estrellas
Que en el firmamento danzaban
Y aun siendo las más bellas
Con extrañeza su danza me alteraba

Pronto me encontré en una balsa
que bruscamente se movía
pues lo de las estrellas no era una danza
sino que la balsa se mecía

a mi alrededor encontré solo agua
tormentosa y fría
y aunque hacía muchos esfuerzos
despertarme no podía

decidí nadar sin rumbo
y morir en el intento
aun sabiendo que mi mundo
moriría también en este cuento

así fue que vi una luz
que en el fondo destellaba
y aunque mas me acercaba
su luz no me encandilaba

me acerqué lentamente
toda mojada y sin aliento
lo vi a usted que simplemente
se secaba con el viento

pregunté si también había naufragado
su barca en alta mar
y me sorprendió su respirar
que no pareció agotado

sentí su abrazo fuerte
desde el fondo del corazón
y entonces entendí de repente
esta única contestación:

tu no has naufragado
ni tu balsa se ha extraviado
el destino asumió el timón
para abrir tu corazón.

De Lúcuma y otras sensaciones

La vimos a lo lejos. Ondulaba su cuerpo al ritmo de los hilos de la ruana y todo como dentro de una danza a-rítmica, sincopada y extraña. Primero hacía una venia larga mientras dibujaba en el piso el recorrido con una entrega total a la secuencia de número, que en un momento determinado dejaba de ser uno tras otro y se juntaban para formar rectángulos como de fichas de dominó pero con números explícitos en vez de puntitos negros.

El ritual se repetía una y otra vez aunque con frecuencia la venia preliminar se eliminaba sin sobresaltos para abandonarse libre a cada salto. En estos casos, Lúcuma mantenía las reglas precisas, pero todo ocurría mentalmente como en una especie de trance paranormal. En uno de esos trances estaba aquella mañana amarillosa que la divisamos por primera vez.

Caminamos hasta donde estaba para verla mejor, pero ella no nos miraba, solo saltaba. A veces el pie derecho, a veces el izquierdo, a veces los dos y en ese momento en que los dos pies aterrizan fuertemente sobre el rectángulo de dominó del 4 y el 5 sentimos el arribo a territorio seguro donde la posible pérdida del equilibrio y consecuente pisada de raya, es nula gracias al doble apoyo permitido por los benevolentes cuadritos 4 y 5.

Golpe de los pies contra el piso, exhalación fuerte y cabeza caída hacia atrás mientras sus labios secos por la respiración fuerte, esbozan una sonrisa amplia de tranquilidad y satisfacción. Sin abrir los ojos vuelve a su punto cero de equilibrio, levanta los brazos en un gesto brusco como de aleteo y vuelve a saltar. La ruana ondula como siendo arrastrada por una corriente de viento hacia el infinito y ella se hace un rollito fácil de levantar para que el viento se la lleve como cometa perdida por el cielo.

Se oye a lo lejos un saxofón con tonadas caribeñas y ese sonido salitroso de las bandas de la costa. Lúcuma se desconcentra, abre los ojos y se da cuenta que le estamos tomando fotos, se agacha, recoge su ficha, la vuelve a tirar y empieza de nuevo eso si, con los ojos bien cerrados.

Cuando termina se acerca. Su presencia es mas imponente de lo qué pensábamos, entonces antes de preguntar nada o chocar las manos, me mira fijamente a los ojos y sentencia:

-Es simple, por ello a algunos se les antoja sencillo, sin mérito. A mi me va a llevar toda la vida porque además ya me sé el final. Mañana a la media tarde voy a estar en Cauchiche por si quieren pasar.

Recogió sus chanclas y se fue tarareando su versión de la segunda voz del saxofón que aun sonaba en el fondo. Atónitos por el hallazgo, decidimos salir a la tarde siguiente a buscarla, su danza traía reminiscencias que como pegasos halaban nuestra alma en un vuelo ascendente hacía no sé dónde. Ese destino lo descubriría después.

Había algo en el encuentro con Lúcuma que me advertía un sabor amargo en su existencia solitaria y en sus palabras que trataban de responder preguntas que nunca formulamos. No quería pensar que su extraña situación era lo que le atraía sino más bien esas reminiscencias tan profundas que flotaban en mi cuando la veía saltar, pero en ese momento de lo las reminiscencias no lo tenía claro y tal vez por eso sentía un poco de temor a terminar botándole corriente a una historia lastimera y estéril. Nunca fue así, y eso se lo debo a ella, que tenía bien clara su propia secuencia de vida.

Yo salí esa tarde a buscar tiros de cámara, encuadres y puntos de vista bajos que me permitieran un gran porcentaje de cielo azul limpito en la foto. No esperaba más explicaciones sino más bien datos insignificantes como nombre, edad, intereses y obviamente, si quería algo de dinero por las fotos que estábamos tomando. Después de la danza, las fotos y la tarde, nos encontró la noche en medio de una disertación calmada acerca de la Pacha-Mama, esta bola de agua y tierra que del universo hemos heredado. Es difícil eludir el tema cuando uno se encuentra disfrutando de ella, de la Pacha, que no pasa siempre ni a todo el mundo y menos a aquellos que viven en un cubículo cuya única ventana es la pantalla de su computador, verdugo que los mantiene esclavizados e inertes.

De un tiempo acá he venido refiriéndome cariñosamente a aquellos individuos como gente monotono, aquellos que no habitan este planeta, sino que están más allá en un ego-cosmos donde solo caben análisis de si mismos y también adulaciones constantes al espejo.

Lúcuma no era monotono. Tenía tantos matices como el verde de la selva amazónica y tantos climas como las altas montañas de los Andes. Sus carcajadas que se aparecían de repente sin razón nos hacían siempre perder el hilo de lo que estábamos hablando y caer durante horas en el recuento de experiencias y anécdotas de la infancia. Y es que estar con Lúcuma era como volverse otra vez niño y reírse sin sentido de sus propias tontadas, o representar pésimamente el acento de un español mezclado con argentino.

Si, tomamos unas fotos bellas de esa danza suspendida cuadro a cuadro. Cuando cayó la tarde noté que el juego no llegó muy lejos, entonces apenas ahí se me ocurrió preguntar:

-Dibujas siempre los mismo números?
-Si, así es el juego, después del 8 llegas al cielo
-O sea que tú no has llegado al cielo.-
-No. Pero voy a llegar. Son solo 8 casillas.
-Si, pocas en realidad.
-Si, pocas pero no fácil.

El juego era sencillo y dibujarlo en el piso era tal vez una cosa tan corriente, posible y sencilla que afortunadamente no despertaba el interés arrollador y hambriento de los turístas o transeúntes. El juego se desarrollaba lentamente sin ningún protagonismo y se terminaba en otro cualquier momento. La danza era esforzada y sobretodo tensionante, especialmente en el caso en que tuviera que recogerse la ficha en la casilla número 5 estando parado en un pie, en la casilla número 4.

Había quedado claro en nuestra charla acerca de La Tierra, que en todos latía fuertemente una conciencia naciente en busca de un código de convivencia con la madre-tierra donde el respeto hacia la vida en todas sus formas, permitiera que el ser humano detenga la continua devastación de nuestros recursos naturales, que son la única posibilidad de supervivencia. Habíamos comentado largamente como habíamos empezado a sentir en nuestros amigos y compañeros en general la presencia de la misma conciencia como un llamado ahogado tácito siempre presente. Era claro, buscábamos respuestas pero también buscábamos preguntas y más allá de eso, queríamos buscarlas y encontrarlas no con la razón sino con los sentidos, con el sexto en particular: la percepción.

Eso era nuestra desplazografía, la respuesta que estábamos buscando. Y para Lúcuma vendrían respuestas? Su geoglifo tenía esa condición transitoria de lo efímero, era también además de performance, un objeto de arte efímero. Primero lo entendí como mapa de juego, luego como ceremonia, pero ahora me parecía que era una ceremonia de oráculo donde mediante alguna interpretación extraña, la Pacha respondería preguntas o por lo menos las plantearía.

Puse el tema durante la sesión del Nevado de Pastorurí, en la Cordillera Blanca, en el Perú. Me sonrió cuando le explique las interpretaciones que había hecho del objeto efímero que era para mi, la golosa pintada sobre el suelo. Después dejó perder la mirada en ese horizonte blanco de picos nevados sobre cielo de nubes inmaculadas y al cabo de un rato repuso:

-Sin ánimo de parecer conciliadora, y más bien alentada por la sorpresa que me causa que hayas interpretado tan acertadamente, debo decir que es todo al mismo tiempo y más. Es respecto a ese embrollo de cosas juntas al que me referí aquella primera mañana en la playa.

También me causaba sorpresa lo del múltiple acierto, pero el mar inmenso de posibles nuevas interpretaciones me dejaba perpleja. Empecé a sentir que quería ir un poco más allá en mis interpretaciones y entonces le pedí una tarde fría en Bolivia que me dejara jugar con ella, dibujar juntas la golosa, saltar de casilla en casilla, llegar al cielo. Volvió a dejar perder su mirada en el vuelo zigzagueante de una bandada de pájaros y finalmente dijo:

-Está bien, pero yo mando el juego.
-está bien, asentí.



Nos encontramos en una mañana clara y despejada en el Cerro de La Pacha-Mama en la isla de Amantaní en medio del Lago Titikaka, con 180 grados del mural más vibrante y hermoso que haya alguien podido presenciar. Verla jugar durante tantas sesiones me había permitido observar claramente las condiciones del juego, estaba muy emocionada con la idea, aun cuando tuviera que entregar la cámara y olvidarme de la exposición correcta y la velocidad.

Sacó una tiza aguamarina, y empezó a dibujar la primera casilla al mismo tiempo que hablaba.

-Mirá, la cosa es así. Yo escuché una vez una historia de una persona que salía todas las mañanas a recoger los caracoles que la marea baja dejaba en la orilla y los lanzaba al mar para que no murieran secos por el sol del medio día. Lo hizo durante años y cuando se murió, yo creo que hubo una gran confusión entre los caracoles, pero también creo que en el cielo, ha de haber muchos caracoles agradecidos con él porque salvo a su hijo o a su hermano, o aunque sea un familiar lejano o un líder colectivo. Caracoles que lo saludan cordialmente en la mañana cuando sale a la playa a realizar su rutina.
Entonces me di cuenta que era esa la pregunta, la respuesta y demás cuestiones. Que se trata simplemente de hacer primero un rayita, mientras tanto deslizaba su mano verticalmente sosteniendo la tiza fuertemente, luego otra y así hasta cerrar la cajita y ahí, cuando terminás, entonces la mirás bien y la bautizás: 1. Poco a poco continuas con la numero 2 y así sucesivamente hasta llegar al 8, permitiéndole al 4 y al 5 estar al mismo nivel para vivir bajo dos ópticas diferentes y poder discernir en esos momentos que se hace tan necesario. El 7 y el 8 también comparten nivel y esa condición neutral de tener un pie en uno y otro en el otro, para que aprendás a estar en un lado y al mismo tiempo en el otro y para que apoyado en esa diversidad saltés decidido al cielo. El juego, es una ceremonia que canaliza mis energías en un compromiso de constancia y conocimiento con lo simple, con el ahora inmediato y con la posibilidad de transcender esta vida. Si querés saber si me ha dado respuestas, pues me parece que ha sido como una brújula para el auto-conocimiento, para poder hacer el camino de regreso a mi misma.

-Claro, como una brújula marcando siempre el norte. Repuse.
-No, mi brújula, marca siempre al sur. Giró todo su cuerpo de tal manera que el sol de la tarde bañaba su lado derecho con una luz anaranjada y empezó a saltar la golosa en esa danza parsimoniosa de ceremonia. Cuando llegó a la primera base de descanso, el rectángulo que comparte el 4 y el 5, se giró hacía mi, que la veía desde la entrada de la golosa y me invitó a jugar tras ella, mientras movía sus dos manos insistentemente como tratando de jalarme. Empecé a saltar y a sentir ese viento elevándome. Me dejé perder en mis ojos cerrados y dancé número tras número. Empecé a sentir un grito, una voz que repetía y repetía algo que no podía descifrar.

De pronto siento alguien que me toma del brazo y me dice cerca:

-Hace raaaaaaaaato que te saliste de cuadro. Mira no pases de este montecito. Andrés me señala un montecito de pasto y se aleja hacía donde está la cámara en el trípode.

-Listo, empieza a saltar. Me grita.

Cierro los ojos, cuando salto al número uno, siento como si una fruta fresca se exprimiera en mi alma y me conectara con la Pacha, con la raíz de lo que soy, a lo que pertenezco. Me pareció que le quedaba bien el nombre de Lúcuma, como una fruta dulce que conocimos en el Perú.


SILVIA OJEDA
Buenos Aires, Argentina
Octubre 10 de 2006

siempreunpocoestás


no podría saber qué estoy haciendo
con cada timbre sabía que tus manos estaban
holding tight, don’t wanna let go
que tu boca estaba rozando, como tantas noches lo imaginé
y qué estoy haciendo?
tan lejos
de pronto unpocoestábamos
entre el aquí y el ahora
volando con los ojos cuando se despojan del cuerpo
y se van a verte
en ese mundo onírico solo mío
donde habitas hace algunos días
te hablan y te cuentan los planes de vuelo
claro, también vuelven,
aterrizan contra el piso cuando
como hoy,
me dan unas infinitas ganas de escuchar tajabone
y pensar, qué diablos estoy haciendo.

debería dejar volar los ojos al mar
pero también te encuentro en el mar
dejando huellas hondas en la playa
mientras llego con el viento
y te tumbo y me tumbo
y me despojo otra vez
y me entrego

hay más en la memoria onírica
de todas estas noches
hablándote, besándote
comosiaquíestuvieras
pero no estás,
no se si quieras estar
aunque te busque y te encuentre

darse la vuelta
y volar con los ojos
al otro mundo
el que habitaba antes de que
vinieras a besarme con tu boca

si, darse la vuelta y no mirar
atrás
dejarlo sólo para las noches
cuando quisiera tenerte sobre mi
cuando mis manos se vuelven tu cuerpo
y vuelo a ver tus ojos
en ese mundo sólo mío
donde
siempreunpocoestás

MEDIANOCHE

es medianoche
los ojos empiezan a inundarse
y este tiempo de no verte

es medianoche
he tomado un baño de agua caliente
para alejar las tormentas

podría seguir esperando
que pasen las horas
turbulentas, atropelladas

pero prefiero ahogarme
en ti
por los siglo de los siglos…

pero me merezco otros lugares
menos comunes
esos que se vuelven prado verde

sonidos salitrosos de trompeta
risa de loca o loca de risa
beso frustrado
perdido en tanta palabrería
que no se ha de decir
para no volverse a
atropellar por las horas
en que no estás

adiós
me quedo con el aire denso
de las noches sudorosas y calientes
me quedo con el lecho ardiente
con los besos repartidos en la espalda
rodando como gotas de sudor por la entrepierna

volveré a verte
siempre
volveré a olerte
siempre
y después me iré
siempre