viernes, 1 de abril de 2011

Santa Teresa: Brisa fresca por las calles empedradas









Tenía que existir un algo más allá de las playas y el sol intenso en Rio de Janeiro. Sin intención de pormenorizar la belleza de Copacabana o Botafogo y la extrema sensación de alegría que se apodera de uno cuando pisa esta maravillosa ciudad, debía encontrar el otro lado, aquel lugar donde se hacen lentos los ritmos y la tarde regala viento fresco, sonidos de hojas cayendo y una caminata por calles adoquinadas.

En el centro de la ciudad se alza una pequeña montaña que se ha convertido en el barrio bohemio de Rio: Santa Teresa. Un lugar donde puedes encontrarte una combi volkswagen disfrazada de beattle y los atardeceres mas alucinantes. La historia de este barrio que más bien parece un pueblo en medio de la ruidosa ciudad, se empieza a contar desde el año 1800 cuando estaba habitado únicamente por granjeros y sus granjas. 80 años después, dado el crecimiento de la industria en la ciudad y la bonanza del café aparecerían calles empedradas que conectarían con la Gloria, en el centro de la ciudad, y así las monjas Carmelitas decidirían construir allí un convento que le daría el nombre a Santa Teresa. Las calles cumplen su labor y se convierten en lugares de tránsito. Algunos empresarios y personajes de la sociedad empezaron entonces a construir mansiones y grandes casas en esta hermosa montaña que además de estar al mismo tiempo cerca y lejos de la ciudad, ofrece una vista magnificente a unos 300 metros de altura. Quince años mas tarde la ciudad construye un nuevo acueducto por lo cual el acueducto tipo romano que llevaba agua al centro de la ciudad se convirtió en las vías del único tranvía que aún funciona en Río de Janeiro y atraviesa las calles de Santa Teresa conocido como "el bonde". Atravesando el centro de Rio por los famosos Arcos da Lapa y descendiendo por las laderas empinadas de Santa Teresa, sin ventanas ni puertas, con pasajeros colgando como en un racimo de uvas que alegremente adorna la vida de este lugar, se ve pasar este tranvía de mas de 100 años de antiguedad.

Pasan los años. Se puede ver en las construcciones que atraviesan el modernismo con expresiones de Art Nuveau o Art Deco. A principios del siglo XX, Santa Teresa empieza a perder importancia y a caer en el olvido. La presencia de favelas que empiezan a crecer cerca y el incremento de la inseguridad y la delincuencia hacen que los ricos y poderosos dueños de mansiones en Santa Teresa se muden poco a poco a elegantes barrios al sur de la ciudad dejando esta pequeña montaña llena de hermosas construcciones abandonadas. Pintores, artistas y músicos en la década del 60 y 70 empiezan a notar esté éxodo y no pueden evitar ver en estas mansiones perfectos lugares para talleres de pintura o escultura, escenarios, auditorios, cine clubes, sitios de ensayo de compañías de teatro, de grupos musicales, de escuelas de samba. Así pues, el barrio fue llenándose de artistas, se abrió el cineclub SantaTeresa y con él diferentes cafés y bares, comunmente llamados “botecos”, convirtiendo el barrio en centro cultural que es hoy en día.

Caminar por las calles de Santa Teresa es una experiencia más allá de la versión turística de Rio de Janeiro. Es fácil encontrarse con una batucada ensayando en una pequeña plaza y disfrutar un delicioso raspao de Acai con granola en la mañana viendo como se alza el sol tras la línea del horizonte. Por la tarde vale la pena entrar al Cine Santa Teresa, tradicional por ser uno de los escenarios que presentan cine independiente nacional e internacional ubicado en la plaza Largo do Guimarães donde se toma “el bonde”. Aun hoy, el pintoresco tranvía amarillo serpentea las calles de Santa Teresa. Desde el centro de la ciudad se puede tomar y es realmente bello el paso sobre los Arcos da Lapa, como se le llama al antiguo acueducto estilo romano, desde donde se puede osbervar la escuela de circo de Lapa, barrio hip de la ciudad y la basilica en forma piramidal. Las antiguas mansiones, unas remodeladas y otras con ese toque tan único que da el olvido y el paso de los años, hacen de Santa Teresa un lugar mágico del que uno no quiere salir, mucho menos para quedar inmerso en la hordas de turistas que frecuentan las playas y demás sitios turísticos de la ciudad.

Silvie Ojeda
Abril, 2011